jueves, 25 de noviembre de 2010

Antes las adversidades y los tropezones la única opción era crecerse después de un tiempecillo prudencial. Poner la espalda bien derecha (todo lo que la mía me permite) levantar la cabeza y. . . ¡arriba arriba!
Y ahora me encuentro que soy un ovillo con nudos y más nudos que no sé cómo deshacer. Me atosigan y agobian, no me dejan respirar tranquila, comer ni dormir. Hacen que las sonrisas me pesen, que mi risa sea falsa y que todo lo que digo suene a pobre.

Un puto ovillo que se ha quedado en un rincón esperando a que venga alguien y le diga por dónde empezar para ir tirando de la lana poco a poco. Y que es raro, porque cuanta más lana y más nudos hay, más pequeño se hace el ovillo y menos fuerzas tiene...

No hay comentarios: