viernes, 19 de noviembre de 2010


Me gusta el invierno, es una época del año con dos caras; una tierna, entrañable y otra dura y cruda. Fría… Me gusta sentir el tacto de las mangas acariciando mi piel. Esas tardes frías en las que las calles y plazas sonríen al frío al decir adiós al último rayito de sol.

Despertarte sin la necesidad del despertador con el ruido de las gotas toqueteando en la ventana, o el soplido del viento (aunque este segundo no me gusta tanto), remolonear en la cama sabiendo que hoy no te toca levantarte... Ésa es la parte bonita. Sentarte un domingo delante de la chimenea y pestañear cada vez que salta una chispa, el olor a tierra mojada, las duchas de agua hirviendo... Ésta es la parte bonita del invierno, la entrañable que os decía...

Todo eso es muy bonito para el que tenga calentador en condiciones, no una cosa extraña que se supone que es un termo, pero que se apaga justo en el momento en el que estás hasta arriba de jabón. O una calefacción de esas que en cuestión de media horita tienes la casa caliente. Oh no, para qué? Es mucho mejor una bomba de calor "mini" para 300 m2 habitados.

Para mí, el invierno viviendo en la versión original de "Esta casa es una ruina" es una auténtica pesadilla.


Suerte para los frioleros.

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